03 octubre, 2009

Charles P.Kindleberger - La crisis económica, 1929-1939



Pese a la inicial insistencia de Zapatero en negar la mayor, ya hace más de un año que los españoles nos dimos cuenta de que nuestra economía atravesaba por un momento de crisis que, muchos meses después, y muchos miles de parados después, todavía perdura. Cuando se producen este tipo de eventualidades, de situaciones anormales que alteran el curso previsto de los acontecimientos, los historiadores tendemos por inercia, por defecto profesional, a buscar antecedentes históricos de situaciones similares, que nos permitan comparar lo pasado y lo presente, lo sabido y conocido con aquello queremos conocer, que queremos comprender. Sin que nadie nos lo pida, porque a los historiadores no se nos suele pedir la opinión muy a menudo, terciamos en el debate público (o privado, cada cual según sus posibilidades) con el ánimo de intentar aportar una perspectiva histórica que ayude a entender lo incomprensible y que arroje un poco de luz a la hora de prevenir situaciones no deseables.

En el caso de la crisis económica que llevamos padeciendo año y medio aproximadamente, al menos en su fase más dura, el referente ineludible al que acudir en esta comparativa era evidente: la crisis financiera que llevó a Estados Unidos a la mayor depresión económica de su historia, el llamado crack de la Bolsa de Nueva York en 1929. Ya en mayo del pasado año, el profesor Jordi Palafox, Catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Valencia y experto en la crisis económica del 29, publicaba un
breve pero esclarecedor análisis comparativo en el que ponía el acento en las diferencias existentes entre una crisis y la otra. Posteriormente, se han sucedido los estudios y las opiniones al respecto: unos intentando encontrar conexiones y similitudes; otros subrayando las diferencias y los puntos divergentes entre ambas realidades.

Sea como fuere, lo cierto es que la crisis ha provocado un inusitado y renovado interés en un tema clásico de la historia económica como es el estudio de la crisis económica del 29 y los años posteriores en Estados Unidos. Como decía en
una de mis últimas reseñas publicadas en El lector sin prisas
, parte de este interés generalizado lo han canalizado las editoriales a través de la publicación de centenares de libros sobre la crisis, ya sean éstos los típicos libros eventuales escritos para la ocasión y aprovechando la coyuntura, o ya sean textos clásicos de la teoría económica que habían sido olvidados y que ahora se vuelven a reeditar o se publican por primera vez. En esta sensata línea de apostar por las obras clásicas, por valores seguros y consolidados, se encuentra la Editorial Capitán Swing, que acaba de publicar el clásico de Charles P.Kindleberger, La crisis económica, 1929-1939, considerada por muchos como el mejor estudio sobre la crisis económica de los años treinta en Estados Unidos. Lo ha hecho además, y como es norma en esta joven editorial madrileña, en una edición muy cuidada que no reproduce la versión original del texto (1973), sino que traduce una versión posterior, ampliada, revisada y actualizada.

Son casi quinientas páginas de análisis económico de alto nivel, con cuadros, estadísticas y datos sobre la crisis que complementan una lección magistral de economía en la que el profesor Kindleberger no sólo se limita – como suelen hacer algunos manuales al uso – a contarnos y narrar cronológicamente los hitos de la crisis del 29, sino que trata de establecer y de argumentar las causas y las consecuencias, apelando a algunas de sus teorías más famosas, como la tesis de que los mercados mundiales no se pueden regular totalmente por sí mismos, o la idea de que la psicología de las masas en momentos de euforia o pánico financiero, pueden llegar a influir en el comportamiento de la economía.

En resumen, creo que leer la obra de Kindleberger para saber qué pasó con la crisis económica del 29 es apostar sobre ese valor seguro que nos brindan los textos clásicos, en este caso de la teoría económica. Como decía arriba, y al margen de mi condición de historiador, creo que en situaciones tan difíciles como la que estamos atravesando actualmente en España, no está de más dar un repaso a la historia y comprobar cómo se las arreglaron nuestros antepasados, cómo reaccionaron en una situación parecida y qué soluciones encontraron (si es que las encontraron); aprender de lo que hicieron bien y evitar repetir aquello que hicieron mal. Para eso, entre otras muchas cosas, sirve la historia.

NOTA: Para los interesados en el tema de la comparación entre la crisis del '29 y la crisis actual que vivan en Madrid, el día 29 de este mes se celebra un seminario en la Fundación BBVA que lleva por título Pasado y Presente: de la Gran Depresión de 1929 a la Gran Recesión de 2009.

4 comentarios:

  1. Dar un repaso a la historia, sr. Fuster, lamentablemente no nos garantiza nada: ni obrar con corrección, ni acertar. Las circunstancias distintas hacen que una conducta razonable en un contexto A sea desastrosa en un contexto B. Los factores que intervienen en la acción son numerosos y como carecemos de una racionalidad olímpica nos tenemos que conformar con informaciones siempre escasas, que son con las que nos manejamos cuando hacemos analogías históricas. Además, al echar un vistazo o repaso, tropezamos con los efectos imprevistos de la acción, o las consecuencias perversas de nuestros actos (la suma de actos egoístas, de rendimientos individuales, daña a todos los egoístas, por ejemplo). Ello hace imprevisible el curso de los acontecimientos. Los economistas son expertos en predecir el pasado y de la ciencia dura que profesan podría decirse aquello que afirmaba Henry Poincaré de la sociología: “puede ofrecer el mayor número de métodos y el menor número de resultados”. Por otra parte, la rutina humana, a la que tanto nos aferramos, no siempre la aplicamos o cumplimos. Un día, sin venir a cuento, por pereza o por audacia o por irracionalidad, hacemos justo lo contrario de lo que siempre veníamos haciendo. Finalmente, el ‘homo oeconomicus’, que es un tipo racional, se parece bien poco al común de los mortales: somos capaces de tirar por el camino más largo, por el más costoso, por el menos lógico. Así somos: si nuestra disposición es tan voluble y si intervienen tantos factores que los economistas no contemplan, habrá que concluir que de las crisis se sale casi ‘milagrosamente’, a ciegas. Por supuesto, la historia sirve para hacernos una idea cabal de lo que hicieron nuestros antepasados. Pero no tengo nada claro que con la historia podamos hacernos una idea previsible de lo que conviene realizar. La ‘magistra vitae’ ayuda a conducirnos: siempre que vayamos muy despacio en las analogías, en las predicciones, y siempre que la tomemos con un saber falible, completamente falible. E. H. Carr hizo predicciones sobre el futuro del mundo a partir de sus gigantescos conocimientos históricos y fracasó. La historia mejor nos sirve para contrastar lo que eran nuestros antepasados y lo que somos nosotros; la historia nos sirve para romper las engañosas apariencias o continuidades, para mostrar el abismo que nos separa.

    Fdo.: Justo Serna

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  2. Totalmente de acuerdo, Justo. En el caso de la crisis, sí que veo interesante ver cómo reaccionó la gente del '29, pero, como ha dicho mucha gente, los contextos son totalmente distintos y, como bien dices, lo por aquel entonces funcionó no es necesariamente lo que funciona ahora. En ese sentido, esa manida advertencia de que "quien no conoce su historia está condenado a repetirla" no tiene mucho sentido. La mayoría de sociedades conocen su historia y aun así, se empeñan en repetir viejos errores. El otro día escuchaba una tertulia sobre economía en la que hablaban de la "Curva de Laffer", una famosa teoría sobre las malas consecuencias que puede traer una subida de impuestos desorbitada. Aunque el tema salió a raíz de la subida última de Zapatero, uno de los contertulios dijo que, con otro nombre, esa teoría se remontaba a la época del Antiguo Egipto y que, por tanto, no tenía nada de novedosa. Quiero decir que la historia está llena de ejemplos de teorías que todo el mundo acepta, pero que no todo el mundo aplica.

    Sobre los factores que ls economistas no contemplan también están saliendo libros ahora. Hace ya bastante tiempo, cuando empezaba el tema de la crisis, le dije a J.Palafox (lo digo en una reseña que enlazo arriba) que lo único "positivo" de la crisis era que mucha gente estaba empezando a leer libros sobre economía; que las editoriales estaban inundando las librerías con libros de distinta calidad y fiabilidad, pero que veía en la gente de la calle un deseo de saber mínimanete qué narices estaba pasando, que es el capitalismo y qué el Euribor. J.Palafox me habló de un libro interesante que acababan de publicar en EEUU y que han traducido ahora al castellano. Se titula "Animal Spirits: cómo la psicología humana dirige la economía" y es precisamente un intento de sondear ese intangible irracional que también participa en nuestras decisiones.

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  3. Sr. Fuster leo de nuevo y con más calma su post y me surgen algunas dudas. Cuando dice :“:no está de más dar un repaso a la historia y comprobar cómo se las arreglaron nuestros antepasados, cómo reaccionaron en una situación parecida y qué soluciones encontraron (si es que las encontraron); aprender de lo que hicieron bien y evitar repetir aquello que hicieron mal. Para eso, entre otras muchas cosas, sirve la historia.” Me surgen dos cuestiones, aunque la intervención del Sr. Serna es muy clarificadora y de ella deduzco que la historia no sirve para hacer predicciones, sirve para comprender pero no para pronosticar.
    Esta postura, que al parecer mantiene el Sr. Serna y con la que yo estoy próxima, (no digo de acuerdo porque mis conocimientos acerca de lo que es la historia son más que limitados) sin embargo no parece ser la postura que mantiene Antoine Prost, si lo he entendido bien para él el tiempo de la historia tiene dos rasgos: prescindir de la visión teleológica y que nos permite hacer pronósticos tras la realización de diagnósticos del pasado. No acabo de entenderlo, no sé si son posturas antagónicas o yo lo he malinterpretado.
    Por otra parte creo que usted trae con su post un tema que tiene que ver con el método histórico, la incapacidad o la dificultad por parte de la historia para hacer leyes, para ser una ciencia exacta, por ello no podemos aplicar lo que funcionó o no en la crisis del 29 además de la volubilidad de los seres humanos y a la multiplicidad de factores de los que él habla.

    Bueno, yo a estas horas no soy persona así que no sé que hago pensando en esto, lo mismo es una rayada.

    R.S.R.

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  4. Amiga R.S.R., yo tampoco he entendido muy bien lo que me dice de Prost y no recuerdo cuál es su postura. En lo que hemos coincidido el Sr.Serna y yo es en que la historia nos sirve para ver cómo reaccioaron nuestros antepasados, para ver qué hicieron ellos ante situaciones parecidas; no nos sirve para inferir que si nosotros reaccionamos igual que ellos, las consecuencias serán las mismas.

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