10 octubre, 2009

Luis Francisco Esplá


De todo lo que envuelve a la fiesta de los toros en España, lo que más me ha gustado siempre ha sido el periodismo taurino, las tertulias sobre toros y las discusiones apasionadas entre entendidos. Salvando las distancias, me pasa un poco como con el fútbol o con otros deportes: me gusta mucho verlos por la televisión, pero todavía me gusta más escucharlos por la radio. Lo que más me gusta del periodismo radiofónico taurino son dos cosas. La cosa que más me gusta es el argot taurino. No lo puedo evitar: a la parte de filólogo que hay en mi personalidad le apasiona esa jerga de la tauromaquia tan llena de arcaísmos y de tecnicismos ignotos para el profano es esas lides. Además, y como buen amante del refranero español que soy, me gusta mucho esa abundancia de máximas y frases hechas que emplean los especialistas en sus disertaciones; un crítico taurino no puede hablar durante cinco minutos sin insertar un refrán entre sus frases o una máxima procedente de la sabiduría popular. La otra cosa que me gusta de los programas que escucho cada semana es oír expresarse a los toreros, aunque es cierto que la mayoría del gremio está formado por personas que no son precisamente expertos en comunicar y que por diferentes motivos no han cursado unos estudios o no tienen una cultura desbordante. No lo sé seguro, pero creo que esta afición mía va también en la línea de los refranes; soy muy aficionado a los refranes y, en menor medida que los periodistas, pero también en una proporción alta, los toreros son unos expertos en el uso de refranes y de lugares comunes. Pareciera que lo primero que hace un torero, a la par que aprender a lidiar, es aprenderse una serie de tópicos y frases hechas: “la temporada es muy larga y esto no ha hecho más que empezar”, “el público es soberano”, “el dinero no lo es todo en esta vida”…

Una de esas madrugadas de domingo oyendo la tertulia taurina, hace ya un par de años, escuché en voz de un torero al que estaban entrevistando, una frase, una expresión, que me sorprendió sobremanera. El periodista le preguntaba al matador de toros sobre sus gustos musicales y sobre su afición a la ópera (ya es raro que a un torero le pregunten sobre eso), cuando el torero respondió algo así – cito de memoria – como que a él le gustaba la ópera “por lo que representa como espectáculo, en el sentido kantiano del espectáculo”. Claro, no me negarán que, así de entrada, no suena raro que un torero emplee el adjetivo kantiano. Yo al menos, no lo había escuchado nunca en voz de un torero y no lo he vuelto a escuchar.

El torero que profirió ese juicio sobre la ópera no era otro que Luis Francisco Esplá, un torero ya veterano de Alicante que justamente se retira esta temporada, tras más de treinta años en el ruedo. Escuché la entrevista entera y luego intenté recabar más información sobre él. Poco a poco, descubrí que Esplá no era un torero al uso. Con todos mis respetos hacía los otros toreros, descubrí que Esplá era un torero con un nivel cultural e intelectual tremendamente superior a lo que viene siendo costumbre entre los de su profesión. Un torero que es Licenciado en Bellas Artes, pintor, gran aficionado a la lectura y a la fotografía y un melómano consumado; en fin, un torero diferente al resto, una rara avis dentro de un mundo en el que leer a Neruda o escuchar jazz no son, precisamente, actividades de ocio. En este sentido, no sé si Esplá es un ejemplo para el resto de toreros, si es una excepción que confirma la regla, o si es ambas cosas o ninguna de ellas. Lo evidente es que la figura de este matador alicantino es la prueba más evidente de que el toreo y la cultura, lo físico y lo intelectual, no tienen por qué ir siempre reñidos.

Esta polifacética personalidad de Esplá, la riqueza de su mundo y lo poliédrico de su pensamiento sobre la vida en general y sobre la tauromaquia en particular, es la que ha llevado al crítico taurino de Algemesí, Carlos Bueno, a publicar Luis Francisco Esplá. Toreador, una larga y sustanciosa entrevista, publicada por la editorial Avance Taurino, con un prólogo del periodista valenciano Ramón Palomar y fotos del fotógrafo taurino Enrique Moratalla Barba. Se trata de una rica conversación sin guión entre periodista y torero en la que Esplá reflexiona sobre lo divino y lo humano, hablando de temas como la televisión, la pintura, la música, el arte y el lugar que el torero y el toreo ocupan en la sociedad actual. Gracias a la generosidad de Paco Delgado, director del diario digital Avance Taurino y de la editorial que lleva el mismo nombre, he podido tener acceso a este libro que condensa la filosofía de vida de este peculiar toreador, un libro que he leído de un tirón y del que quiero rescatar aquí algunas perlas, algunas de las respuestas de Esplá en la que expresa su forma de pensar. Los que estén acostumbrados a escuchar a toreros (no diré nombres) en los programas del corazón, sabrán apreciar el abismo, los años luz de formación y cultura que separan a uno y otros. Si he repetido varias veces aquí que este blog era un espacio de denuncia y lucha contra la incultura y la ignorancia que reina en determinados sectores de la sociedad española, es justo reconocer a las personas que destacan por lo contrario, por su vasta cultura y sobre todo, por su sensibilidad y su amplitud de miras.

- Sobre música, pintura y literatura:

P.- ¿Hay una música para cada momento?

R.- Y para cada estado de ánimo. Yo para entrenar de salón, dependiendo de cómo me encuentre me pongo un tipo de jazz u otro, desde Patricia Barber a Eliane Elias. Tengo más de sesenta posibilidades dependiendo de mi situación anímica.

P.- ¿Del mismo modo le puede gustar Velázquez, Van Gogh y Picasso?

R.- Y Barceló. Siendo tan distintos, en cada uno hay una consecuencia. Lo que tenemos que hacer es saber captar lo esencial de cada uno de ellos. Del mismo modo la gente que lee no se limita a Azorín, Neruda o Cervantes, porque consiguen alcanzar la capacidad de discernir y disfrutar con lo que aporta cada autor.[…]

- Sobre la imagen que la sociedad actual tiene del torero:

P.- ¿Por qué ha perdido el torero su halo cautivador para la sociedad andante?

R.- Ahora hay muchos toreros decepcionantes. Es un problema de calidad humana. Los toreros de antaño tenían claro que nadie tenía que decirles lo que debían hacer. Esos de ahora que todos conocemos son auténticos peleles. Antes, si un torero hacía una fiesta era un privilegio estar invitado a ella; él era el eje. Ahora son ellos los que acuden a fiestas porque van contratados, son satélites del couché. Y esa chabacanería la gente la percibe.Los que yo vi de pequeño cuidaban su atmósfera y se movían entre la élite. Éstos se mueven en la ciénaga de la noche, y eso deteriora su imagen y les da un aspecto frívolo.De niño, una vez acompañé a mi padre al restaurante Chicote y me quedé pegado al cristal de la ventana, se me caía la baba viendo la elegancia de aquellas señoras que estaban con los toreros. Ahora, cualquier chaval que vea la colección de novias que exhiben algunos pensará que lo último que quiere es ser torero.[…]

- Sobre la situación actual del toreo y sobre su anacronismo:

P.- ¿Es lógico que exista el toreo en el siglo XXI? ¿Modernidad y toreo pueden convivir?

R.- Perfectamente. Además produce anacronismo con una sociedad que tiende a la perfección y que garantiza cada vez con más profusión el éxito de lo que vas a ver. No creo que exista un espectáculo tan intenso y a la vez tan ayuno de intereses puntuales por parte del espectador. Sí, se acude a la plaza con el anhelo de ver una gran faena, pero esa voluntad puede derivar en el transcurso de la lidia según imponga el toro.Cuando la sociedad demanda regularidad, sentido, memorias de calidad, saber que le va aportar cualquier espectáculo… los toros ofrecen incertidumbre, y quien paga se somete a la más absurda de las ilusiones, esperar que seis animales le colmen de felicidad. Que el interés de este espectáculo no se cifre en nada concreto ni palpable lo convierte en único.

- Sobre la televisión y la lectura:

P.- Hoy lo que no sale en la televisión no existe.

R.- Estamos en la era de la imagen, una imagen que pretende hacer fácil y digestible cualquier cosa. Los chavales tienen el medio visual como el todo, y para ellos tiene total veracidad y prestigio lo que sale en televisión, están como absorbidos. Le dan crédito a todo que dice cualquier tonto en el marco de esa caja porque no quieren esforzarse en reflexionar.Mientras que la lectura lo deja todo más grabado e invita a la reflexión personal, la imagen entra tan rápido que no deja huella. Lamentablemente ahora muchos se nutren de imágenes, y necesitan entrar en una vorágine de alimentación televisiva que parece una especie de diálisis diaria vital.[…]

- Sobre la relación de los toros con la cultura y los intelectuales:

P.- Belmonte metió a la Generación del ’96 en el toreo, y luego le siguió la del ’27. Usted ha sido considerado un erudito y aceptado sin tapujos entre la intelectualidad contemporánea. También el misticismo de José Tomás ha atraído a los hombres de la cultura hasta los toros ¿Será algo definitivo?

R.- Yo no sé cuánto tiempo durará la Fiesta de los toros. De los que estoy seguro es que mientras dure seguirá conmoviendo a los intelectuales y a artistas, porque todo lo que ocurre en la vida de un ser humano se da en las dos horas de corrida. Y no es una metáfora, es algo real. Se cuestiona el valor, la integridad, la sinceridad… y todos los valores que definen al ser humano, y esto no puede dejar a la gente sensible impávida.Que las personas influyentes de la cultura vayan o dejen de ir a los toros obedecerá a modas y sobre todo al prestigio que tenga en cada momento la Fiesta; y también del valor de cada uno, porque dejarse atraer, seducir y arrebatar por los toros precisa valor, que es algo que falta hoy en general en los artistas. Hoy hay mucho enmascarado que vende una imagen como artista pero que es otro como persona, que está más pendiente del márqueting que de su corazón.[…]

- Sobre el significado y las consecuencias de una vida entregada a una pasión:

P.- En un artículo suyo afirmó que el toreo le está matando. ¿Tan mal le ha tratado la profesión?

R.- Todo arte mata. El arte comienza a ser grande cuando el artista se mueve en los límites de la creación, y eso conlleva estar constantemente asomado al balcón del desgaste personal. Eso crea conciencia de lo finito, de tus incapacidades, y te va descarnando. A veces tengo la sensación de haber ido dejando jirones de mí por las plazas de toros.

Si estas perlas escogidas les han gustado, les digo que es sólo una pequeña muestra del saber acumulado por Luis Francisco Esplá y de lo que cuenta en esta entrevista. A aquellos que hayan disfrutado leyendo las respuestas del maestro Esplá, a los que se hayan sentido identificados con su forma de pensar o, simplemente, a los que tengan curiosidad por saber que piensa uno de los toreros más cultos y formados, sobre su profesión y sobre todos los aspectos de la vida, les recomiendo que compren el libro de Carlos Bueno, Luis Francisco Esplá. Toreador. Estoy seguro de que gustará igualmente a los aficionados y a los antitaurinos. A todos les cambiará su percepción de la figura del torero y les descubrirá la personalidad de un torero que es también un intelectual y un filósofo, un hedonista y un sibarita de la vida y sus placeres.

8 comentarios:

  1. Magnífica entrevista.
    ¿Dónde se puede encontrar este libro?
    Muchas gracias

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  2. Amigo anónimo: efectivamente, es una gran entrevista.

    Para encontrar el libro (sobre todo si eres de fuera de Valencia), lo más fácil y rápido es entrar en la web del diario "Avance Taurino" (está enlazada arriba) y llamar al teléfono (96 395 04 50) para pedidos de libros que figura en el margen izquierdo.

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  3. De res, Àngel. Supose que ja coneixies a Esplá. Tant llibre com personatge em semblem recomanables.

    Paco Fuster

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  4. Juan Antonio Millón12 de octubre de 2009, 17:15

    Has conseguido un bello quite con este post, amigo Paco. Ese ritual y ese arte es algo que echo mucho de menos. Hace tiempo que no voy y sueño con acercarme a la plaza de Valencia, mientras musito las palabras de Bergamín: " "Un monstruo de la fortuna es el toro. El torero es un laberinto de razón. Si el sueño de la razón produce monstruos, como el Diablo, la razón de soñar hace laberintos, como Dios."

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  5. Para quites los tuyos con la poesía, amigo Juan Antonio. Tu erudición poética siempre nos tiene reservados unos versos para cada ocasión.

    Efectivamente, la parafernalia, el rito y el boato es lo que le da sentido al toreo actual. En la entrevista le preguntan a Esplá por el tema, por si no le parece excesivo tanto ornamento, tanto símbolo. Su respuesta es concisa: sin ese ritual, sin esa tradición, el toreo no tiene ningún sentido. En todo ese ritual, precisa Esplá, está la diferencia entre matar a un animal (como dicen los antitaurinos) y torear y matar a un toro.

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  6. Una vez salí cinco minutos en una televisión. Desde entonces sé que existo:-PPP

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  7. Juan: Warhol decía que en este vida todos tenemos derecho a quince minutos de gloria. O los de esa televisión te han escaqueado diez, o es que todavía no te llego el momento (quizá para cuando lo del Nobel que el otro dia presentías...)

    Un abrazo

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