06 octubre, 2011

Charles-Augustin de Sainte-Beuve - ¿Qué es un clásico?


Hace tiempo que vengo barruntando la idea de escribir un breve ensayo sobre El árbol de la ciencia en el que pueda explicar por qué se puede - o no - considerar esta novela de Pío Baroja como un clásico de la literatura española del siglo XX. Aunque son otros menesteres más brocráticos y menos metafísicos los que me tienen ocupado - y de qué manera - últimamente, es un asunto sobre el que he pensado bastante durante este año 2011 en el que conmemora - aunque hasta ahora no se haya notado mucho - el centenario de la publicación de esta obra.

Pensando en esto recibí hace unos días un pequeño librito que me ha hecho llegar Francisco Ochoa (aprovecho para darle las gracias), el editor de Casimiro Libros, una joven editorial que está editando en formato de bolsillo y encuadernación rústica una serie de exquisitos ensayos centrados fundamentalmente en la historia y la filosofía del arte: desde los textos de Aby Warburg sobre Botticelli, hasta el famoso ensayo de Walter Benjamin sobre la fotografía, pasando por autores tan sugerentes como Simmel, Freud, Baudelaire o Bataille. El volumen que he leído con interés y aprovechamiento es un antología de textos sobre el concepto de clásico que incluye por orden cronológico de aparición cinco de las más famosos reflexiones sobre esta categoría histórica y estética.

Los textos incluidos en libro son: el ensayo de Sainte-Beuve - del que toma su título el volumen - "¿Qué es un clásico?" (1850); el famoso "Nuevo prefacio" que escribe Azorín en 1920 para la segunda edición de su libro Lecturas españolas; la breve nota de Borges titulada "Sobre los clásicos" e incluída en ese volumen misceláneo de ensayo que es Otras inquisiciones (1952); la reflexión que bajo el epígrafe "El modelo de lo clásico" realiza Gadamer en su obra Verdad y método (1960); y, por último, el archiconocido artículo de Italo Calvino publicado en junio de 1981 el periódico italiano L'Espresso y colocado después como introducción a su célebre y mil veces citado, Perqué leggere i classici, publciado de forma póstuma en 1991.

Cualquiera que repase esta lista de nombres verá que es un elenco de lujo el reunido por Casimiro Libros, pero es también una selección pensada en ofrecer distintas versiones o variaciones sobre un mismo tema: ¿a qué se le puede llamar clásico? En este sentido, no es difícil imaginar que las definiciones ofrecidas por cada uno de estos autores coinciden en algún punto, pero difieren en muchos otros. Para Sainte-Beuve, por ejemplo, un clásico es aquel autor "que ha enriquecido el espíritu humano, que ha aumentado realmente su tesoro, que le ha hecho dar un paso más, que ha descubierto alguna verdad moral no equívoca, o retomado alguna pasió neterna en ese corazón donde todo parecía conocido y explorado".

Menos pretenciosa y más actual - o así me lo parece a mí - es la idea que tiene Azorín de lo clásico. Para el escritor alicantino, especialista en intentar encontrar vínculos entre lo antiguo y lo moderno, el autor clásico no es tal si no refleja la sensibilidad del lector moderno, del lector que en cada época distinta se enfrenta a ese texto. Los clásicos, dice Azorín, "evolucionan según cambia y evoluciona la sensibilidad de las generaciones"; un autor clásico es "un autor que siempre se está formando". Una línea parecida a esta es la que sigue Borges cuando dice que "clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad".

La reflexión de Gadamer, más centrada en lo clásico como categoría histórica que estética, es mucho más teórica y abstracta que las de sus vecinos en este volumen, pero igualmente interesante, pues coincide con ellos en un aspecto fundamental: lo clásico es siempre lo atemporal e intempestivo, lo que no se rige por las modas pasajeras ni los vaivenes del tiempo corto. "Lo clásico - explica el filósofo alemán - es lo que se ha destacado a difrencia de los tiempos cambiantes y sus efímeros gustos; es asequible de un modo inemediato, pero no al modo de ese contacto como eléctrico que de vez en cuando caracteriza a una producción contemporánea, en la que se experimenta momentáneamente la satisfacción de una intuición de sentido que supera a toda expectativa consciente. Por el contrario es una conciencia de lo permanente, de lo imperecedero, de un significado independiente de toda circunstancia temporal, la que nos induce a llamar 'clásico' a algo; una especie de presente intemporal que significa simultaneidad con cualquier presente".

Calvino, por último, realiza un ejercicio de síntesis que ha hecho fotuna. Como se sabe, el autor nos propone hasta catorce posibles definiciones de clásico que se complementan entre ellas y que, todas juntas, nos dan una idea cabal de la dificultad inherente a la aplicación de este tipo de categorías tan generales y teóricas a un caso concreto como podría ser la novela de Baroja a la que he aludido al principio. De ahí la importancia de revisar la postura de estos distintos autores y ver qué requisitos de los que ellos proponen reúne El árbol de la ciencia y cuales no cumple.

Aunque tengo una idea más o menos formada de lo que podría responder a la pregunta de si la novela que Pío Baroja publicó en 1911 es a día de hoy un clásico de la literatura española, prefiero seguir documentándome y contrastando opiniones. Cuando tenga la mía propia, que poco a poco va tomando forma, intentaré ponerla por escrito, a ver qué sale. Hasta entonces, les recomiendo la lectura de los ensayos reunidos en esta pequeña joya de 64 páginas y 12 x 17 cm. Como aquello que se dice de los buenos perfumes, los libros de la editorial Casimiro son grandes esencias en frascos pequeños.

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