13 febrero, 2010
The Levellers - Los debates de Putney
Hablar sobre Los debates de Putney, el libro que acaba de publicar la editorial Capitán Swing Libros en su colección "Historia profana", me retrotrae mentalmente a una época de la que guardo un especial recuerdo: mi primer año como estudiante de la carrera de Historia en la Universidad de Valencia. A pesar de que ya han pasado algunos años, recuerdo perfectamente muchos momentos de ese primer año de universitario; momentos vividos con compañeros y con unos profesores que se esforzaban por hacernos más liviano ese contraste que siempre supone pasar del instituto a la Universidad. Uno de esos profesores - profesora en este caso - de los que guardo un magnífico recuerdo es Amparo Felipo, mujer entrañable y muy querida por los alumnos, a la que le tocó en suerte la difícil tarea de impartir una asignatura - "Historia Moderna Universal" - de esas cuyo temario es, cuanto menos, inabarcable.
Recuerdo muchas cosas de esa asignatura, pero, si ahora mismo tuviese que pensar en una figura histórica para relacionarla con aquellas entretenidas clases, quizá la primera en la que pensaría sería la del líder y agitador político, Oliver Cromwell. Recuerdo todavía el impacto que me causó el conocimiento de este personaje, desconocido para mí hasta aquel momento, y lo interesante que me pareció el estudio de todo el proceso de la Revolución Inglesa, las dos guerras civiles que vivió Inglaterra en el siglo XVII, y aquel primer intento de gobierno más o menos democrático que los británicos trataron de implantar mediante la figura de la Commonwealth o Mancomunidad. Aunque se puede decir que la cosa no terminó de todo bien, el ideal de lucha del pueblo inglés representado por su Parlamento contra el poder omnímodo de la Monarquía hereditaria.
Pues bien, digo que el libro publicado por Capitán Swing me retrotrae a este figura porque Los debates de Putney. En las raíces de la democracia moderna es un documento histórico de excepcional valía para acercarnos a la personalidad y el pensamiento de los que fueron protagonistas directos en algunos de aquellos episodios: los Levellers o Niveladores. En concreto, lo que recoge el libro son las actas de las reuniones o debates celebrados en la pequeña localidad de Putney, en el londinense condado de Surrey; debates que los Levellers mantuvieron entre ellos y con otros miembros del Nuevo Ejército Modelo liderado por Cromwell y Fairfax. Uno de los mayores frutos salidos de estos intensos debates sería el acuerdo luego conocido como Agreement of the People, una especie de reconocimiento del gobierno como un contrato libremente estipulado por los ciudadanos, que pasa por ser uno de los documentos fundadores de la democracia moderna, y cuya traducción también viene incluida en el libro. Junto a estos magníficos documentos históricos de primer orden, traducidos por primera vez al castellano, esta edición cuenta además - y como suele ser norma en esta joven editorial - con un par de textos introductorios muy útiles para contextualizar y situar históricamente al lector: un texto de presentación de Marco Revelli, y una interesante introducción de Samuel Davis Glower.
En resumen, se puede decir que estamos ante un libro de los que nos reconcilian con esa rama de la historia que es la historia de las ideas políticas o la historia social de lo político. Los debates de Putney es un libro fundamental para conocer la historia y la trayectoria del concepto y la idea de republicanismo; para seguir el curso de unos debates en los que se entrecruzan lo político y lo social, lo económico (no hay que olvidar la importancia y la función del concepto de propiedad en estos momentos) y, por supuesto, lo religioso (la influencia del protestantismo y el puritanismo en esta primera democracia es insoslayable). A todos aquellos que creen que todo lo moderno y lo racional tiene su fecha de inicio en 1789, la lectura de este libro les puede dar una agradable sorpresa cuando vean que no es nada descabellado pensar que nuestra reverenciada democracia actual le puede deber algo a estos señores anónimos que un día decidieron sentarse a discutir sobre si Inglaterra debía o no, ser una Monarquía; sobre si debía o no tener una Constitución; o, sobre si se debía o no, dejar que unos pocos elegidos siguiesen mandando sobre otros muchos, como había pasado hasta entonces. Para saber lo que decidieron: leerse el libro.
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A vueltas, querido Paco Fuster, con el post anterior, veo que tienes el coraje de apostar sin ambages por un candidato en el que crees. No tengo los elementos de juicio que tú tienes, aunque comparto la impresión de que no es baladí qué línea de acción, no otra cosa es un programa electoral, queremos para la facultad. Más que escandalizarme como tú por el pasotismo del estudiantazgo al respecto, sin embargo, lo que me pregunto es por qué no se comparte el razonamiento que tú y yo hacemos. Tú das alguna pista al respecto, la institución parece haber olvidado su propio principio constitutivo, se ha convertido en una "máquina burocrática", como tú dices, encargada de expender títulos. Si ya no cree en sí misma, si no presiente su propia deontología en su acción cotidiana, ¿cómo pretendemos que los estudiantes se sientan vinculados a un proyecto político, sea el que sea?
ResponderEliminarRespecto a los Levellers. Nombras a una profesora, a mí me explicó el tema José García Roca, en un seminario sobre nada menos que Hobbes. Es cierto, solemos ubicar el inicio del republicanismo, la modernidad democrática en definitiva, en la toma de la Bastilla por el populacho parisino, y, sin embargo, son las islas pioneras en combatir la lógica de los privilegios heredada del milenio feudal. El contractualismo francés del XVIII, pensemos en Rousseau, es en realidad una herencia del británico, que surge como un siglo antes. Ciertamente, el principio de temor y sumisión que requiere el Leviathan hobbesiano es opuesto al que sustenta el principio de la volontè generalè del que habla el autor de Emilio, pero probablemente no habría llegado allá sin la mediación de los textos de Locke, acaso el primer gran espejo intelectual de ese espíritu leveller al que te refieres.
ResponderEliminarAmigo David: tu comentario sobre el libro me ha hecho recordar una anécdota graciosa en torno a esta confusión que hace partir todo espíritu democrático de la Revolución francesa. Nos contaba en clase de historia de América un profesor que un examen le había puesto un alumno que en el texto de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (donde, como es ya sabido, se perciben los ecos lockeanos y rousseaunianos) se notaba la influencia de la Revolución francesa. "Hombre", le decía el profesor, eso es bastante difícil de demostrar, entre otras cosas porque la Revolución francesa todavía no se había producido. Creo que la anécdota es bastante elocuente al respecto.
ResponderEliminarSobre el tema electoral en la UV, es un tema tan complejo que necesitaríamos varias cervezas solo para explicarte mi punto de vista. Aunque no parece lo más prudente (la prueba es que poca gente lo hace), yo siempre lo he dicho cuando me lo han preguntado y no me escondido: mi voto será para Antoni Furió, por muchas razones que no puedo explicar aquí, pero que se resumen en la que doy en mi artículo de opinión: la credibilidad y la confianza que me inspira una persona de la que me fío completamente, cosa que no puedo decir de las otras; no por nada, sino porque para empezar no las conozco lo suficiente.
Sobre el tema deontológico, sí que matizo una cosa. Por una parte está la Universidad (entendiendo por ella la gente que manda en la UV y que tiene la misión de trasmitirnos a todo su espíritu y su idea de lo que quieren que sea la UV) que, efectivamente, parece hber perdido un poco el rumbo de lo que se supone que debería ser. Como dice Furió, de los dos pilares básicos de la Unviersidad - docencia e investigación - se ha impuesto claramente el primero, de forma que la UV se ha convertido prácticamente en una escuela de formación superior donde la docencia - que es muy importante, evidentemente - le ha ganado mucho terreno a la investigación, al avance científico en beneficio de la sociedad valenciana.
No obstante esto, te digo que los estudiantes también tenemos nuestra parte de culpa, al margen de que vayamos o no a votar luego. Siempre lo he dicho. No veo normal que hay gente que esté quince años matriculándose de una asignatura sólo porque paga; no veo normal que hay estudiantes que se pasen la vida en la cafetería, que salgan con un título sin haber pisado la biblioteca o, lo que más me repatea, que no vayan a clase nunca y luego pidan unos apuntes y aprueben los exámenes. Será legal o legítimo, pero a mí me parece que eso no es la Universidad o, al menos, no es la idea que yo tenía cuando llegue. El problema es que mucha gente que va a la UV ha perdido - si es que alguna vez la ha tenido - la vocación de universitario, de ir a clase, participar, interactuar, etc. Y otra cosa no, pero si algo transmite Furió es eso mismo: cariño y respeto hacia una institución a la que se lo debe todo pero a la que - también hay que decirlo - se lo ha dado todo.