Patrick Swayze (18 de agosto de 1952 - 14 de septiembre de 2009)
En contra de lo que suele ser habitual en estos casos, no diré que Swayze fue un actor extraordinario, un fuera de serie. Para ser sinceros, creo que en un ranking imaginario de mis actores favoritos, Swayze estaría bastante lejos de las primeras posiciones. Sin embargo esto, hay un aspecto de Swayze que, en mi caso personal, le da un enorme valor añadido a su figura. Me refiero a la capacidad de su persona (de sus personajes se entiende) para evocarme recuerdos. Hace unos días, hablaba de la poesía de Juan Antonio Millón y de su capacidad para transportarme a esa infancia dorada que mi mente va idealizando cada día que avanza. Como dije entonces, con cada etapa que cumplo, con cada ciclo que cierro, se abre un involuntario pero natural proceso de reflexión que, casi siempre, conduce al mismo sitio: el patio de mi antiguo colegio.
El recuerdo que me evoca Swayze es diferente. En mi esquema mental, como en el de mucha gente de mi generación, la figura de Swayze va asociada a dos películas, a cuál más mítica. Una es Dirty Dancing, la otra es Ghost. Ambas las retengo perfectamente en mi retina porque suelen reponerlas bastante en la televisión, como uno de estos clásicos de sobremesa de un sábado por la tarde. Ambas me fascinaban en varios sentidos. De Dirty Dancing recuerdo esa pose de chulo engreído y protector de Johnny Castle, el personaje interpretado por Swayze. Recuerdo que interpretaba a un profesor de baile que ligaba con todas las chicas y que acababa seduciendo a una chica noña que terminaba siendo su pareja de baile y la protagonista del film.
Ghost siempre me ha parecido una película extraordinaria, quizá no el sentido técnico o argumental, pero sí en el sentido emocional. No lo recuerdo ahora, pero es muy posible que llorase la primera vez que la vi. Recuerdo el extraordinario papel de Whoopi Goldberg (ganó un Oscar por él) y recuerdo lo guapísima que me pareció Demi Moore con el pelo corto. Recuerdo también la impotencia de ver como el que ejercía de malo mataba al bueno, a Sam, el personaje de Swayze, y luego trataba de beneficiarse a su viuda. Pero recuerdo sobre todo algunas escenas míticas como aquella del torno de alfarero mil veces reproducida o aquella otra en la que el fantasma de Swayze le acercaba una moneda a Demi Moore. Ya digo que, aun sin ser una obra maestra del cine, si me parece que dentro del género romático, es una pelícua sobresaliente.
Aunque sé que tiene muchas más (en su día también me gustó La ciudad de la alegría, basada en la novela de Le Carré), para mí el nombre de Patrick Swayze siempre irá unido a estas dos películas, hitos de mi infancia en lo que a lo fílmico se refiere. Cuando todavía reponen estas películas (no me extranaría que estos días lo hicieran), intento hacer lo posible por verlas. Me las sé de memoria, es cierto, pero no lo puedo evitar. Al igual que otras cosas (canciones, comidas, bebidas, etc.) su potencial evocador de la infancia me supera y la nostalgia que desprenden me atrapa.
No deja de ser paradójico el que Swayze haya muerto en un estado de salud precario. Viendo las últimas fotos que de él se han publicado, ya en pleno proceso de lucha contra la enfermedad, a uno le cuesta creer que esa persona es la misma que luce esa planta envidiable en las películas que he citado. Por esa época Swayze era bailarín profesional (su madre era coreógrafa) y estaba considerado como uno de los hombres más sexys del mundo, según me hizo saber mi madre. Leí hace poco que estaba trabajando en una serie de televisión americana y que preparaba una autobiografía que se iba a titular Time of My Life, en alusión al célebre tema principal de Dirty Dancing. Lamentablemente, no podrá ser. Ni la serie, ni la autobiografía.
Por todas esas tardes de sábado frente al televisor, le brindo este póstumo y sincero homenaje.
Leo y su post siento decirle que aunque sé quién es el actor no he visto las películas de las que usted habla, pero creo que a fin de cuentas esos films son solo el vehículo que utiliza para hablar de otra cosa, y que además usted viene diciendo últimamente en su blog.
ResponderEliminarLo importante es lo que esas películas le traen, todos tenemos esos pequeños tesoros que unas veces buscamos, evocamos deliberadamente y otras veces nos asaltan de improviso y nos emocionan, (ésta mañana cuando venía hacia el trabajo me ha sorprendido una canción de otro tiempo y me he paseado durante unos segundos por otra ciudad…. Pero creo que los recuerdos de cada uno aunque representan épocas pasadas no son pérdidas, quizá la nostalgia es el resultado de vivirlo como algo perdido, pero no es así, están ahí, permanecen con nosotros, nos acompañan, y podemos volver a ellos siempre que queramos, tendríamos que mirarlos con el contento y la suerte de haberlo vivido.
Por otra parte, todos tenemos nuestros momentos de gloria, creo que, sin ir más lejos, el otro día usted tuvo uno. ¿Los aplausos iban dirigidos a usted? Si es así, le felicito. Aunque no tenía ninguna duda de que haría un buen trabajo.
R.S.R.
Todos tenemos algún momento de gloria y también unos cuantos de riguroso fracaso. Me sumo a la felicitación porque creo que, aunque no estuve presente, sé de qué se trata.
ResponderEliminarAmiga R.S.R., será de las pocas que no haya visto esas películas. Como decía el otro día, es muy probable que en estos días (algún sábado o domingo por la tarde) las vuelvan a poner. Le recomiendo que, si puede, las vea. Obviamente, no sentirá lo mismo que yo, pero es otro forma de verlas.
ResponderEliminarY bueno, gracias a los dos por la felicitación. El otro día, es verdad, tuve un efímero (entre 5 y 10 segundos, calculo) momento de gloria. Los aplausos proferidos por unos pocos amigos que vinieron, eran para mí y, en una parte alícuota, para los profesores Justo Serna y Anaclet Pons.
Paco Fuster
Paco, a cada cual lo suyo. El trabajo lo realizó usted y nosotros sólo dimos el empujoncito. La gloria no es un trámite. O no ha de tomarse como tal. Es una recompensa de efectos duraderos.
ResponderEliminarGracias, Justo. Cuando hablo de trámite en referencia a lo del otro día, hablo sobre todo a nivel burocrático, a nivel de terminar de una vez una etapa y empezar otra. Por otra parte, es innegable que me alegró mucho el ver que el Tribunal leía con tanto interés un trabajo en el que he invertido tanto tiempo. Sin duda, es la mejor recompensa.
ResponderEliminarEstimado Paco, veo que nuestra diferencia de edad se manifiesta -y no es, como decía Passolini, "una pazza vecchiaia di giovinetto"-, entre otras cosas por los referentes, inmediatos, del cine. Desconocía a este actor y sus películas, de las que sólo sabía por haberlas visto anunciadas. No dudo que quizá haya en ello algo de mi ignorancia cinematográfica -repleta de lagunas-, pero me inclino a pensar que en este caso pesa más el componente de nuestro tiempo de juventud.
ResponderEliminarMe sumo a las felicitaciones, de los diversos amigos, a su trabajo -imagino que se refieren al presentado en el Master, ¿no?-, del que me gustaría tener más información.
Y, por cierto, gracias por volver a vincularme en su comentario, por saber que hay ideas que se comparten y entrañan.